¿Por qué?
Por tres razones:
- Quien quiera que sea el autor que la ha encargado y pagado, oculta su identidad o sus siglas.
- No sólo pide oraciones (y más cosas) por los agredidos, sino también por los agresores.
- No insulta a nadie.
Jesús Acín: reflexiones en torno a los 70 años
Cuando he empezado a colgar en el blog mis recuerdos sobre el Camino de Santiago mi vida se ha convertido en un angustioso western. Soy el maldito forajido que ha atracado violentamente el banco de Wichita, dejando un reguero de muertos. Siguiéndome los pasos cabalga un sheriff implacable cuyo aliento, de día y de noche, siento muy cerca.
No sé como se lo monta pero este sheriff conoce en el acto todos mis movimientos y, lo que todavía es peor, adivina con anticipación los que haré mañana.
Guillermo –que así se llama mi tormento- lee este blog cuando todavía estoy escribiendo las últimas palabras y aun no he clicado la tecla Enter. A traves de su e-mail, de uñas muy afiladas, anticipa con sagaz acierto mis intenciones. Y así una vez y otra.
No puedo seguir viviendo así.
Además mi caballo está agotado.
He decidido acabar con la persecución poniendo aquí y ahora, punto final a esta frivolidad literaria.
El Camino de Santiago es ya agua pasada que no mueve molino...
Pero... ¿lo ha movido?
Hemos caminado un centenar largo de kilómetros, una distancia que yo nunca había recorrido de una tacada. ¡Qué satisfactorio resulta andar, un día y otro día, sin otro quehacer en la vida! Cien kms. en seis días dan además mucho de si para conocer y disfrutar de unos amigos, Mari Carmen y Mariano, que teníamos poco tratados. Divertidos y ocurrentes, es en la corta distancia donde aparece su espléndida calidad humana.
Hemos convivido de cerca con la lluvia y el frío y hemos tornado más felices que cuando partimos, que no es poco. Separados mil kilómetros de nuestro cotidiano día a día, en feliz libertad, nos hemos acercado un poco más –tampoco hay que exagerar- a nosotros mismos y, también a Dios.
En el transitado camino hemos respirado a fondo la alegría de cientos de peregrinos.
Y he vuelto con un kilo menos en el cuerpo -todo un éxito- y muchos paisajes en la retina.
No me puedo retirar sin expresar un recuerdo especial:
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...cuando, horas después, ya estoy en el tercer sueño oigo dulcemente la ronca megafonía del PAC, a 20 Kms. de distancia, llamando una y otra vez a María Rosa...
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Con la loable intención de llegar a la solemne Misa del Peregrino, con probable botafumeiro incluido, nos levantamos a las 6,30 y, sin perdonar la contundencia del desayuno tradicional, nos ponemos pronto a andar.
Aunque no llueve no deja de amenazar.
Hay muchas más subidas de las que esperábamos y el trayecto, a través de una naturaleza más domesticada, se nos va haciendo largo. En Monte do Gozo, donde ya nos espera Mariano, comprendemos que no vamos a llegar a tiempo y disolvemos la prisa en el habitual cafelito, esta vez a deliciosa cámara lenta.
Me viene al encuentro un excompañero de trabajo que, con un amigo, han acabado la ruta jacobea. Después de haberse pateado en 33 jornadas los 735 Kms. que les separan de Roncesvalles han conseguido anticipar en dos días su fecha prevista de llegada. Sin coche de apoyo y con pesadas mochilas el esfuerzo, que ha dejado medio cojo a mi amigo, ha sido potente. Ampollas y colitis se han alternado para amenizarles tan largo periplo. Pero llegar a la meta con 48 horas de anticipación ha resultado una gesta inutil ya que Spanair se ha negado a cambiarles la fecha de vuelo. Dos días en stand by es para ellos el sobreprecio del low cost.
Santiago está de fiesta y así piensa seguir hasta que acabe este Xacobeo 2010. La crisis económica que monopoliza los telediarios del mundo global no se ve aquí por ninguna parte. Bares, tiendas, restaurantes, calles... todo está alegremente lleno. Nos las vemos y nos las deseamos para conseguir que nos den mesa en un restaurante en el que, una vez aposentados, agotan en cruel espera, nuestras cuatro paciencias. Pero al final podemos meter el diente a un almuerzo atlántico que se inicia con percebes, navajas y otras fruslerías menores que nos reconcilian con el mundo.
Nos alojamos en un hotel antigüo y un tanto desangelado pero situado en el mismo ombligo de la ciudad turística. Santiago está preciosa.
En el tam tam del Camino (también en el movil de Mari Carmen) hemos oido que hoy ha tomado la ciudad una peregrinación militar para la que está prevista una Misa solemne a las 6 y allá nos dirigimos. En la Plaza del Obradoiro una ola juvenil de peregrinos quicos entona cien variaciones de una dulcísima canción religiosa, de sentimentales cadencias celtas, que dejan el alma temblorosamente removida.
La Catedral, tomada por la Guardia Real al completo, recibe su vibrante ofrenda castrense. Desde primera fila saboreamos el inicio, el vuelo y el frenazo final del botafumeiro. Como colofón aparece también por allí la Infanta Cristina a quien Mari Carmen y Maria Rosa estrechan la mano y felicitan por el éxito de la operación de su real padre.
Cumplimos religiosamente los tramites rituales del peregrino: abrazar al Apostol, poner el último sello en la Credencial y recoger la "Compostela".
Y ya en la bulliciosa calle nos encontramos con la hermana de Paco y un extravertido grupo de féminas oscenses, contemporáneas de nuestras respectivas. Parrafada para rato.
Recalamos en el Hostal de los Reyes Católicos, tomando un tentenpié en la recoleta zona del fondo protegida por un visible cartel que indica "Zona reservada exclusivamente para clientes alojados en el Parador". Para no abusar no nos excedemos de dos horas.
Un paseo nocturno por el entorno de la Casa de la Troya y un chocolate con churros -por fin- en el cogollo estudiantil pone punto final a la noche.
Mañana Mari Carmen y Mariano partirán hacia Huesca, donde ya les espera una Primera Comunión y ,de camino, nos dejarán en el aeropuerto.
La decisión de hacer la ruta jacobea, y de emprenderla ya, se apoderó de mi sin previo aviso cuando se avecinaba un cumpleaños sonado. Aun circulando como una moto comprendí que a un vehículo de cerca de 70 años cualquier pequeña avería médica lo podía enviar a la cuneta. O espabilaba o el Camino de Santiago iría a parar al baul de las buenas intenciones, donde ya tengo descansando en paz algun otro proyecto fallido.
Hablé por separado con un par de colegas más jóvenes, buenos conocedores de esa ruta. Ambos, sin ponerse de acuerdo, me hicieron notar, afectuosamente, que cargar en la espalda, durante más de cien kilómetros, una mochila con lo más indispensable (no menos de siete kilos) es sencillamente insoportable para un "anciano" (así, entre comillas, suena hasta símpatico; a secas sabe a insulto). Si querían asustarme, lo consiguieron.
Me hablaron -y bien- de los albergues. Y aquí -sin necesidad de ayuda- el que se asustó fuí yo cuando supe que:
Saqué dos conclusiones irrenunciables que tenía que dejar meridianamente resueltas antes de partir:
Con estas dos premisas muy claras en la cabeza dí por supuesto que el resto -montar una expedición- estaba chupado y que todos mis amigos se iban a apuntar con entusiasmo.
Como se verá a continuación, estaba en un craso error:
María Rosa, agotada por la dura enfermedad de su padre, no se encontraba con el ánimo mínimo necesario para plantearse un esfuerzo tan descabellado.
Esteban, reflexivo y entusiasta como siempre, dió un inmediato paso al frente, pero yo fuí incápaz de resolver, esa misma primavera, el transporte seguro de nuestros equipajes. En la primavera siguiente una dolorosa ciática, de la que ahora empieza por fin a reponerse, nos tomó la delantera.
Jose Mari -siempre incondicional para unirse a una expedición al mismísimo Himalaya- ya había recibido en su puerta, con entereza ejemplar, la llamada del Mr. Parkinson.
Con Paco, andarín de pro, no se podía contar. Era el único currante y en las épocas adecuadas para movernos por Galicia -primavera y otoño- se dedicaba, sin parar, a ganar pleitos.
Mariano venía reflejando un cliché muy sedentario de escasas disposiciones deportivas. Hoy puedo afirmar que era un cliché totalmente equivocado.
Ante mi completa sorpresa el que salió de verdad sedentario fué nuestro escritor. Me atrevo a suponer que esta mañana ha ido al quiosco de la esquina a buscar la prensa diaria... en coche. Otro cliché que tenía desactualizado.
Del Club Oza el único que reunía a la vez condiciones, afición y disponibilidad de tiempo era nuestro Decano sobre el que es de justicia hacer un respetuoso punto y aparte
José Ramón acumula experiencia sobrada en esto de hacer el Camino de Santiago y conoce todo lo que vale la pena conocer en el sabio oficio de andar, de alojarse y de moverse por esos mundos de Dios. Tiene una envidiable virtud -la improvisación- y concretar planes a desarrollar en un horizonte de meses le ataca .
Es, en mi humilde opinión, el peregrino perfecto:
J.R., desde el primer momento acogió la idea con calor y afecto "estrangulador".
A traves del Messenger dialogamos sobre Santiago muchas veces y nos entendimos a la perfección, como dos personas "mayores" que se quieren pero cuyas ideas están ya enraizadas en sus respectivos genes. Juntos formamos un formidable aliño para la ensalada, pero no dejamos de ser aceite y vinagre, improvisación y planificación. Sobre la ruta jacobea jugamos despacio una larga y amigable partida de ajedrez que quedó sobre el tablero, en tácitas tablas, y la casa sin barrer.
Entre unas cosas y otras el camino de Santiago se quedó en stand by.
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Un año después -¿o fueron dos?- se produjeron tres acontecimientos que lo situaron de nuevo bajo los focos:
A partir de aquí todo fué, por fin, fácil
Marzo nos cogió con el itinerario y el calendario decididos y cerradas las reservas de alojamiento para la segunda semana de mayo.
Todo estaba a punto.
Pero con tantas sacudidas, el arbol se había quedado casi sin peras.
Sólo seguíamos en pie Mari Carmen, Mariano, María Rosa y yo
Y Dios con todos