18/5/11

UN HOTEL CON ALMA

Esta es una historia de debilidad y de poder, de repugnancia y de nobleza.

Sus protagonistas son:

(x) Dominique Strauss-Kahn (DSK para los iniciados), Director General del FMI y probable futuro Presidente de la República Francesa. Poder, dinero y glamour en abundancia.

(y) Sofitel, cadena hotelera internacional con acreditados establecimientos en los cinco continentes, justamente en las ciudades en las que suelen recalar, cuando trabajan, las gentes con poder, dinero y glamour.

(z) Una mujer de la limpieza que vive en el Bronx. Tiene 32 años y es de color. Viuda y devota musulmana. Cero poder, cero dinero, cero glamour.

Lugar: suite doble de la planta 28 del Hotel Sofitel de Manhattan (Nueva York). La casualidad o el diablo se ocupan de que los protagonistas (x) y (z) coincidan allí unos minutos. Resultado: presunta agresión sexual y un descomunal escándalo planetario.

La policía neoyorkina, que recibe la denuncia, actuando con envidiable rapidez, llega al aeropuerto John F. Kennedy a tiempo de detener al protagonista (x) arrellanado en la cabina de primera clase de un avión de Air France a punto de salir hacia Paris.

La hormiga denunciante y el gigante denunciado se encuentran de golpe en posiciones opuestas, con apoyos jurídicos y mediáticos muy desiguales. Miles de periódicos, centenares de cadenas de televisión, un enjambre ensordecedor de emisoras de radio, hablan y hablan de Strauss-Khan y de las hipotéticas consecuencias negativas que su detención puede suponer para la economía mundial. Salvo una curiosidad morbosa, de la oscura mujer de la limpieza apenas nada. Pero se ha quedado sin trabajo ya que, con tal revuelo, ha tenido que ocultarse y optar por el silencio. ¿A quien le importa?

Para garantizar a Strauss-Khan una precaria libertad, ferreamente vigilada por seguratas armados, pulsera de localización y estricto control de visitas alguien ha sacado de la chistera, en 24 horas, seis millones de dolares .

Los días pasan muy deprisa y el enigma se va aclarando algo. Hoy el rutilante exministro de Economía de Francia ha pasado, en un visto y no visto, a ser también exdirector del FMI y vecino apestado para las élites de la ciudad en la que está confinado. La Presidencia de la República Francesa ha desaparecido bruscamente del horizonte de sus sueños.

Estoy llegando a donde quería ir.

En esta desgraciada historia el protagonista (y) -me refiero con orgullo a la cadena Sofitel y sobre todo a quienes la dirigen- ha dado, sin ruido, un ejemplo inolvidable. Recién ocurridos los hechos, en lugar de callar y proteger con su silencio a su mediático cliente (¿el cliente siempre tiene razón y más el cliente de suite...?) tardó escasas horas en emitir un comunicado público en defensa de la honorabilidad de su empleada, justamente cuando nadie daba un duro por ella, al fin mujer de la limpieza, de color, viuda e islámica. Aun ahora muy pocos conocen su nombre y nadie se ha preguntado siquiera si tiene la plena ciudadanía norteamericana.

Esta noche no me importaría echar mano de la hucha de los caprichos -no sé donde la guardé la última vez que hice uso de ella ni si quedó algo- para volver, sin necesidad, a Nueva York sólo por el placer de hospedarme (no en una suite) en el noble Hotel Sofitel, un hotel con alma.



29/3/11

SAMURAIS DE FUKUSHIMA

Creo que no se está escribiendo bastante sobre estos héroes.
Me refiero, naturalmente, a ese puñado de hombres anónimos -técnicos, bomberos, soldados- que han aceptado someterse a las letales radiaciones de plutonio en un intento generoso de doblegar una central nuclear descontrolada, que amenaza gravemente a su pueblo.

Saben que la suya es una misión suicida. Sus equivalentes de Chernobil duraron treinta días después de la exposición a la radiación. Puede que no tengan tiempo de ver florecer los almendros.

Su perfil no tiene la épica de las películas: no participarán del éxito -si llega-, tampoco la taquilla tintineará en sus bolsillos ni la rubia caerá rendida en sus brazos. Ni tan siquiera llegarán a ver el final del film.

Se ha escrito todavía menos de los "extras" de esta producción.

Y ahora me estoy refiriendo, con admiración y algo de atemorizada envidia, a mis colegas -los jubilados nipones- que se han ofrecido voluntarios para realizar ese "último" trabajo que, por estar desocupados y sin obligaciones, creen que les corresponde.

"Amarás al prójimo como a ti mismo". Hoy me parece que este mandamiento universal está grabado en la quintaesencia -muy adentro quiero decir- de los hombres de buena voluntad, jubilados o no, japoneses o asturianos, cristianos o taoistas.

Quien lo ha caligrafriado con tan buena letra en tantos corazones de esa cultura milenaria debe estar ahora, con los brazos abiertos, esperando a estos héroes japoneses

Y es que lo están bordando: aman a sus prójimos MÁS que a si mismos.