13/1/12

TRANSNISTRIA, EL PAIS QUE NO ES

El Magazine del 8 de Enero me ha descubierto un nombre, Transnistria, a través de un magnífico reportaje que despierta, en un rincón de mi ánimo, ecos de “telón de acero”, películas de espías y novelas de John Le Carré

Alfabeto cirílico, bandera con hoz y martillo, frontera militarizada… ¿Resíduos de aquella Rusia profunda de la guerra fría?. ¿Hoy, ahora en el 2012, aquí al lado, con parques descuidados y estatuas de Lenin?

En el mapa es una pequeña lombriz en el lomo de Moldavia. Con menos habitantes que Castellón su superficie es equivalente a las de Huesca y Cuenca juntas. Su moneda, el rublo transnistrio, ni se conoce ni se cambia más allá del Dniéster. Cuando, en la misma frontera, el viajero consigue -en un tira y afloja de billetes pequeños- visado para entrar unas horas, pierde su identidad y el amparo de cualquier respaldo diplomático, ya que está en un país no reconocido por ninguno de los 193 miembros de la ONU.

Moviola y sensación de peligro juntos ¿son ingredientes suficientes para hacer atractivo un viaje a Transnistria, a través del túnel del tiempo?

La limusina que preside el reportaje y el poder económico concentrado (“Sheriff” monopoliza las gasolineras, los supermercados y el deporte) ya rompen la magia y hacen adivinar que tras esta mala imitación soviética, en versión pobretona, no quedan restos de vieja épica sino simple y corrupto interés.

Salvo sus gentes, que no es poco, nada que merezca la pena.